En un pueblo habia un sacerdote ya entrado en años que estaba harto de que sus feligreses llegaran a confesar quen había cometido adulterio.
Un domingo en el púlpito dijo -Si vuelvo a escuchar a alguien confesar adulterio renunciaré.-
Como a todos les simpatizaba el sacerdote cuando alguien cometiera adulterio simplemente confesaría «haber tropezado». Esto parecó satisfacer al sacerdote y todo muy bien, hasta que un día murió.
Una semana después de la llegada del nuevo sacerdote éste pasó a visitar al presidente municipal del pueblo, muy preocupado. El sacerdote le dijo -algo tenemos que hacer con las banquetas de este pueblo porque la gente cuando viene a confesarse me dice a menudo que haber tropezado-.
El presidente municipal se rió, entendiendo que nadie le había explicado al nuevo sacerdote cuál era el significado de esa frase, y antes de que el pudiera explicarlo, el sacerdote apuntandole con el dedo le dijo -no sé de que se está riendo porque su esposa tropezó tres veces esta semana-